lunes, 26 de mayo de 2008

El no-hombre



Some kind of instinct. Memory, of what they used to do.
This was an important place in their lives.
Dawn of The Dead
George A. Romero



“Tan escalofriante como excitante”, dice la mayoría de las reseñas de Cirque Noir —un porn noir gay producido por TitanMedia en 2005. La película no tiene la intención de asustar, no es un híbrido entre el cine de terror y el pornográfico como otras películas de la época, ni siquiera tiene intenciones temáticas: es un filme porno en el sentido más básico del género: la exhibición de sexo con el fin de facilitar el placer de los espectadores. Sin embargo, esta producción pertenece a una casa específica y a un sello dentro de esa casa: Folsom, cuya especialidad es cierto tipo de hombres (de treinta o cuarenta años, peludos, musculosos; machos, de una manera muy cercana a lo que expresa “Macho Man” de The Village People) y fetiches específicos (orina, violaciones, tatuajes, fisting, agresión). Cirque Noir es la primera película filmada bajo dicho sello, por lo tanto el espectador no podía saber realmente a qué se enfrentaba al verla. De ahí que la primera reacción de la crítica haya sido: “tan escalofriante como excitante”.

La pornografía es un mundo idílico, una utopía del sexo, en donde éste es trasladado de su lugar enmascarado en la sociedad actual (mero aliciente del consumo) al primer plano, y desligado de su función biológica; en donde no existen restricciones sociales, ni tabúes en las prácticas posibles. Dentro de ese universo existe otro con las mismas características pero diferentes reglas: el de la pornografía homosexual. Un mundo esencialmente masculino, en el que la presencia de la mujer está prohibida. Una tierra de amazonas a la inversa, en la que el hombre es autosuficiente. La pornografía homosexual es un universo donde la simple evocación de la mujer aparece como una trasgresión imperdonable —a la cual Bruce LaBruce ha recurrido continuamente en varias de sus películas, The Raspberry Reich, por ejemplo, abre con una secuencia heterosexual de quince minutos. La última parte de Cirque Noir destruye este paradigma creando al hombre-mujer, dándole a las palabras de Jean Genet una concreción surrealista. El escritor francés afirmó en Querelle de Brest que en un ambiente privado —no excluyente— de la mujer, el hombre se ve en la necesidad de crear a la mujer a partir de él mismo, ése es el fundamento de la “hermandad de la espada”, la creación de la mujer en el hombre. En esto no parece referirse solamente a su rol sexual sino también al social en toda la amplitud de su espectro. En Cirque Noir esto se lleva a cabo con la aparición repentina de una vagina entre las piernas de un hombre.

Al final de este porn noir se ve el espectáculo de fenómenos, reducido a un enfrentamiento entre los tres hombres más fuertes del circo. Buck Angel levanta unas enormes pesas en el escenario ante la sorpresa del público, a la mitad del acto aparece Tober Brandt quien se burla de él y lo reta. Un tercer personaje, Logan Steele, aparece como juez y parte. El enfrentamiento se resuelve con la violación de Tober Brandt. Sin embargo, a la mitad del acto, el pene de Buck Angel parece desprenderse, dando lugar a la aparición de su verdadero órgano sexual: una vagina. Una vagina que no tendría nada de especial de no ser por el contexto en el que está: un cuerpo masculino.

Nadie se atrevería a llamar a Buck Angel una mujer. Su apariencia es la de un hell angel o una especie de leather bear. Un hombre de tamaño estándar, peludo, con barba y bigote, calvo, sumamente musculoso, con un ligero sobrepeso. La vagina entre sus piernas debería ser suficiente para considerarlo una mujer, pero los rasgos masculinos lo son para nombrarlo un hombre.

De cierta manera Buck Angel es un zombie del género. Así como estos seres fantásticos están muertos pero tienen comportamientos similares a los de seres vivos, este actor es un hombre pero tiene un rasgo exclusivamente femenino. Es un no-hombre.

Desde Night of The Living Dead, los zombies han sufrido un proceso de hiper-politización comparable a la psicologización de los vampiros durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. Los no-muertos se convirtieron en signos, encarnaciones del mal oculto en la sociedad de consumo. Ese prefijo negativo ahora implica la encarnación de los elementos que subyacen a la apariencia de lo opuesto a lo negado (Slavoj Žižek). Así como los zombies muestran elementos que se prefiere negar de los individuos que conforman la sociedad neo-liberal, este no-hombre revela características de la visión que la sociedad actual tiene sobre la mujer, las cuales incomodan de igual manera.

Cuando la vagina de Buck Angel es revelada, la acción entre Tober Brandt y Logan Steele se interrumpe de inmediato. Los dos quedan inmovilizados por la presencia de un elemento desconocido dentro del mundo en que se encuentran: fulminados como Sémele por Zeus. Momento siguiente, los dos someten a Angel y tienen sexo con él (sin resistencia de su parte, como si estuviera consciente de que el órgano entre sus piernas cambia su posición de dominador a dominado).

Así se revela el papel social de la mujer. No importa cuanto tiempo haya “jugado” a tener un pene —es decir, simbólicamente, a tener el control—, siempre se verá obligada a jugar el papel del dominado en cuanto se llega al acto real de la sociedad, a la esencia del acto social, que dentro del cine porno es siempre el sexo.

El discurso de Occidente ha implicado desde hace ya varias décadas la igualdad de género. No importa qué se tenga entre las piernas, se tienen las mismas oportunidades de obtener lo que se desea, de triunfar. La independencia está en las manos de los agentes, el entorno da los mismos medios para ambos géneros. Sin embargo, en la práctica, el mundo sigue siendo primordialmente masculino, un espacio donde la presencia de la mujer se permite si adquiere las características de un hombre.

La sociedad se ha puesto la máscara de la igualdad y todos pueden asistir a su carnaval. Pero es sólo eso, un carnaval; una fiesta en la que los disfraces juegan el papel primordial, aunque una vez que ha terminado, la estructura social permanece intacta.

Dentro de Cirque Noir la mujer queda reducida al nivel básico. En una sociedad que privilegia cierto tipo de androginia, tanto el hombre como la mujer quedan reducidos al mismo nivel, la diferencia entre ellos reside en los órganos sexuales. En el juego de la igualdad sólo hay unos centímetros de diferencia.

El valor de este no-hombre es que al descontextualizar la vagina, muestra su valor real dentro de la sociedad. Esa creación de la mujer dentro del hombre de la que habla Genet, sucede de manera inesperada en la película de TitanMedia. El sometimiento de los iguales se interrumpe cuando el Otro logra crearse. De esa manera se destruye la aparente utopía. La mujer queda reducida así al mínimo significante; como dentro de un collage, solamente es necesario mostrar la referencia, el elemento inesperado que la particulariza. El signo mujer se concreta en la vagina y su descontextualización permite desarrollar lo que es realmente en el sistema cotidiano.

No es que la mujer sea inferior al hombre sino que socialmente debe someterse; aunque esté al mismo nivel en apariencia, no lo está cuando se ve lo que la máscara oculta realmente. Buck Angel como no-hombre se convierte así en un signo que funciona dentro de su medio fantástico (la pornografía es siempre fantástica, hiper-realista, provoca la duda sobre la verdad de los hechos presentados) como un reflejo de la función que sigue jugando la mujer en una sociedad que no acepta que la igualdad, lamentablemente, sigue siendo un discurso vacío. Buck Angel es un signo cargado de significado dentro de un discurso anegado de vacuidad.

1 comentario:

Dave Álvarez dijo...

Que onda no han sacado el reportaje de la lenceria en weyes, muy chido lo que escriben.
DADAVO