Los osos son uno de las subcategorías dentro del mundo gay más taxonomizadas; su origen, además se encuentra bien registrado (la apertura de The Lone Star Saloon en San Francisco). La idea original era muy sencilla, una especie de protesta contra el clean cut, ese aspecto de twink eterno, que se puso de moda a finales de los años 80 (en parte debido a la aparición del SIDA). Sin embargo, los paradigmas estéticos han cambiado y los osos han simentado bien su propio terreno; así, con esa afición por la taxonomía que parece emargarnos tanto, se han subcategorizado a niveles incomprensibles para los no iniciados. Josh Rotter, que admite nunca haber besado a nadie con una barba, se aventura a intentar entender este submundo y hace una categorización divertida y un poco mal informado (un lobo no es un oso con canas –eso es un oso polar– sino uno musculoso). Si quieres leer su artículo completo puedes hacerlo en The Bold Italic.
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